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NUEVA EDICIÓN DE CUENTOS POLÍTICAMENTE CORRECTOS.   
                                                                                            EDICIONES SIGLO XXI 
"Eduquemos a nuestros hijos y nuestras hijas por una sociedad
más justa y tolerante"
Caperucita Roja
(Antes de comenzar, me gustaría aclarar que el apelativo "roja",
no posee ninguna apreciación ideológica, política o social; es,
símplemente, el color de su caperuza).

Erase una vez una persona de corta edad llamada Caperucita Roja
que vivía con su madre en el límite de un bosque. Un día, su 
madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua 
mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una
labor propia de mujeres, sino porque ello representa un acto 
generoso que contribuía a afianzar la sensación de comunidad. 
Además, su abuela no estaba enferma; gozaba de completa salud 
física y mental y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma
como persona adulta y madura que era.

Así, Caperucita Roja tomó su cesta y emprendió el camino a 
través del bosque. Muchas personas creían que el bosque era un
lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban 
en él. Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente 
confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse 
intimidada por una superchería tan obviamente freudiana. De 
camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada 
por un lobo que le preguntó qué llevaba en la cesta:

- Un saludable almuerzo para mi abuela quien, sin duda alguna, 
es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta
madura que es - respondió.

- No sé si sabes, querida -dijo el lobo-, que es peligroso para 
una niña pequeña recorrer sola estos bosques.

Respondió Caperucita:

-Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero
haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de 
proscripto social y a la perspectiva existencial -en tu caso 
propia y globalmente válida- que la angustia que tal condición 
te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas,
debo continuar mi camino.

Caperucita Roja enfiló nuevamente el sendero. Pero el lobo, 
liberado por su condición de segregado social de esa esclava 
dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, 
conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela. 
Tras irrumpir bruscamente en ella, devoró a la anciana, 
adoptando con ello una línea de conducta completamente 
válida para cualquier carnívoro.

A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales 
de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón de la abuela 
y se acurrucó en el lecho.

Caperucita Roja entró en la cabaña y dijo:

- Abuela, te he traído algunas chucherías bajas en calorías y 
en sodio, en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca.

- Acércate más, criatura, para que pueda verte.
- Oh! -repuso Caperucita-. Había olvidado que visualmente 
eres tan limitada como un topo, pero, abuela, qué ojos tan 
grandes tienes!

- Han visto mucho y han perdonado mucho, querida.

- Y, abuela, ¡qué nariz tan grande tienes!... relativamente 
hablando, claro está, y a su  modo indudablemente atractiva.

- Ha olido mucho y ha perdonado mucho, querida.

- Y... abuela, qué dientes tan grandes tienes!

Respondió el lobo:

- Soy feliz de ser quien soy y lo que soy -y, saltando de la
cama, aferró a Caperucita Roja con sus garras, dispuesto a 
devorarla.

Caperucita gritó; no como resultado de la aparente tendencia 
del lobo hacia el travestismo, sino por la deliberada invasión 
que había realizado de su espacio personal.

Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria 
maderera (o técnicos en combustibles vegetales, como él mismo
prefería considerarse) que pasaba por allí. Al entrar en la
cabaña, advirtió el revuelo y trató de intervenir. Pero 
apenas había alzado su hacha cuando tanto el lobo como 
Caperucita Roja se detuvieron simultáneamente.

- Puede saberse con exactitud qué cree usted que está haciendo?
- inquirió Caperucita.

El operario maderero parpadeó e intentó responder, pero las
palabras no acudían a sus labios.

- Se cree acaso que puede irrumpir aquí como un Neanderthal 
cualquiera y delegar su capacidad de reflexión en el arma que
lleva consigo! -prosiguió Caperucita-.¡Sexista! ¡Racista! 
¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos 
no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la 
ayuda de un hombre?; ¿qué falta falta de sensibilidad ecológica
es la suya?. Se disponía a matar a un animal cuya especie está
protegida?.

Al oír el apasionado discurso de Caperucita, la abuela saltó de
la panza del lobo, arrebató el hacha al operario maderero y le
cortó la cabeza. Concluida la odisea, Caperucita, la abuela y 
el lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos,
decidieron instaurar una forma alternativa de comunidad basada
en la cooperación y el respeto mutuos y, juntos, vivieron 
felices en los bosques para siempre.
FIN

Manu Coloma